Comentario
CAPÍTULO V
Éste es el principio de la derrota y de la ruina de la gloria de Vucub Caquix por los dos muchachos, el primero de los cuales se llamaba Hunahpú y el segundo Ixbalanqué. Éstos eran dioses verdaderamente. Como veían el mal que hacía el soberbio, y que quería hacerlo en presencia del Corazón del Cielo, se dijeron los muchachos
-No está bien que esto sea así, cuando el hombre no vive todavía aquí sobre la tierra. Así, pues, probaremos a tirarle con la cerbatana cuando esté comiendo; le tiraremos y le causaremos una enfermedad, y entonces se acabarán sus riquezas, sus piedras verdes, sus metales preciosos, sus esmeraldas, sus alhajas de que se enorgullece. Y así lo harán todos los hombres, porque no deben envanecerse por el poder ni la riqueza.
-Así será, dijeron los muchachos, echándose cada uno su cerbatana al hombro.
Ahora bien, este Vucúb Caquix tenía dos hijos: el primero se llamaba Zipacná, el segundo era Cabracán; y la madre de los dos se llamaba Chimalmat, la mujer de Vucub Caquix.
Zipacná jugaba a la pelota con los grandes montes: el Chigag, Hunahpú, Pecul, Yaxcanul, Macamob y Huliznab. Éstos son los nombres de los montes que existían cuando amaneció y que fueron creados en una sola noche por Zipacná.
Cabracán movía los montes y por él temblaban las montañas grandes y pequeñas.
De esta manera proclamaban su orgullo los hijos de Vucub-Caquix: -¡Oíd! ¡Yo soy el sol!, decía Vucub Caquix. -¡Yo soy el que hizo la tierra!, decía Zipacná. -¡ Yo soy el que sacudo el cielo y conmuevo toda la tierra!, decía Cabracán. Así era como los hijos de Vucub Caquix le disputaban a su padre la grandeza. Y esto les parecía muy mal a los muchachos.
Aún no había sido creada nuestra primera madre, ni nuestro primer padre.
Por tanto, fue resuelta su muerte [de Vucub Caquix y de sus hijos] y su destrucción, por los dos jóvenes.